No hay aficionado a la noche que no haya notado el bajón. Habituales o no de la ‘movida’ burgalesa, quienes salían a tomar unas copas hace unos años y quienes lo hacen ahora, aunque sea de forma esporádica, se han dado cuenta de que cada vez es más fácil bailar en los bares. Porque hay sitio de sobra.
El descenso del negocio de los bares nocturnos es «estrepitoso», según los más alarmistas, y el culpable para todos es la escalada hipotecaria. La subida de los tipos de interés ha apretado el cinturón a quienes contrataron un crédito con el euríbor en mínimos históricos y asusta a quienes están pensando en meterse en un piso. La conclusión en todos los casos es que el lujo del ocio es el primer sacrificado cuando toca tomar medidas de austeridad.
«Si hace dos años pagabas un crédito de 1.000 euros y ahora se te ha convertido en uno de 1.400, lo que te falta no te lo quitas de comer ni de la ropa, te lo quitas de las copas». El ejemplo lo pone José Antonio Izquierdo, presidente de la Asociación de Bares de Tarde y Noche, que cifra en hasta un 50% el volumen de negocio perdido desde el año 2005, cuando arrancó la tendencia al alza en los tipos de interés.
El porcentaje queda corroborado por los distribuidores de bebida de la ciudad, que han tenido que buscar alternativas como las cafeterías o los establecimientos diurnos para compensar la pérdida de demanda en los negocios centrados en las noches de los fines de semana.
«Todos queremos mantener una calidad de vida y si la gente gana más o menos lo mismo pero resulta que el crédito le resta mucho más, baja un consumo que se considera extraordinario», dice Clemente Saiz, delegado en Burgos de la empresa Coca-Cola.
La desaceleración económica que empieza a enviar a gente al paro y que ya no permite con tanta alegría las horas extras y el pluriempleo se une a la escalada de tipos y juntos forman un cóctel que obliga a recortar la noche.
«El fin de semana pasado fue el más flojo de todo el año junto con el del 15 de agosto, cuando todo el mundo está en las fiestas de los pueblos», dice Izquierdo. El presidente de los bares admite que «el sábado se ha quedado como el único día fuerte» mientras el viernes sobrevive a duras penas y el jueves, símbolo de una época en la que las salidas nocturnas no daban miedo al bolsillo, ha quedado reducido a una mínima expresión.
A la realidad de unas hipotecas crecientes se le suma el miedo que ha empezado a cundir entre la ciudadanía ante el bombardeo constante de noticias pesimistas. Las páginas económicas de los diarios, los informativos de televisión y los espacios radiofónicos especializados no hacen más que alentar de que las ‘vacas flacas’ están muy cerca.
La palabra mágica es «crisis» y quien todavía no la ha notado en su ámbito doméstico teme hacerlo muy pronto. Con esta perspectiva nadie sale a celebrar nada y los hosteleros lo sufren más que cualquiera.
En su día, y al calor de la bonanza, algunos se decidieron a afrontar costosas reformas en los locales que todavía tienen que pagar. Otros, los que arriendan el local, padecieron una subida en los precios de las rentas exigidas por los propietarios que ahora no pueden afrontar con el actual nivel de ingresos.
La situación provoca «constantes aperturas y cierres, porque unos bares van y otros vienen», como explica Ramón Gómez, jefe de ventas de Burgodist, empresa distribuidora de refrescos Pepsi o cervezas San Miguel. Repasando las cajas realizadas en los últimos meses con los bares de tarde y noche, apunta a un porcentaje del 40% en el descenso de negocio, que se ha orientado a otros sectores debido a «cambios en los hábitos de consumo».
Gómez señala varios tipos de establecimientos que suman en contra de los bares de copas, entre ellos las gasolineras que venden alcohol de baja graduación, los locutorios donde los inmigrantes compran sus propios productos o los cibercafés que han modificado las costumbres de ocio de otro sector de la población joven.
La consecuencia es que «los hosteleros están ahogados entre impuestos, rentas y una menor caja, mientras que la gente maneja menos dinero y se refugia en el consumo doméstico, porque ese no ha bajado».
Lujo con hielo a partir de 5 euros
El precio de las consumiciones en los bares y pubs nocturnos es un lamento habitual de los clientes. Tomarse una copa o una cerveza se convierte en casi un artículo de lujo que solo se disfruta durante unos minutos y cuya suma al cabo de la noche acaba suponiendo un presupuesto.
Un combinado de refresco y licor cuesta 5 euros en los bares, medio euro más en pubs y puede alcanzar los 6 euros o superarlos en los locales que cierran más tarde. El precio es todavía superior si se piden determinadas marcas. Una cerveza, que a mediodía cuesta entre un euro y 1,5 en muchos establecimientos hosteleros, por la noche se multiplica por dos hasta los 3 euros.
El alto coste explica el auge del botellón. Comprando la bebida y tomándola en casa o en la calle, la noche duele menos al bolsillo.
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